miércoles, 4 de enero de 2017

Análisis Predestinación - Calvinista - Libro Institución de la religión cristiana de Juan Calvino



Institución de la Religión Cristiana
Juan Calvino
Libro III – capítulos XXI - XXV
Noviembre del 2016



En los capítulos estudiados podemos encontrar una parte fundamental, fuerte y muchas veces controversial de la postura calvinista, la cual es “La Predestinación”. En los primeros tres capítulos leídos (XXI al XXIII), el autor realiza la exposición de la doctrina, su fundamentación bíblica, juntamente con refutar los cuestionamientos de los cuales dicha doctrina es objeto. Ya en el capítulo XXIV se detiene en la elección y la reprobación de Dios como su cualidad indiscutible e irreprochable. Y para concluir en el capítulo XXV trata el tema de la Resurrección Final.

-La elección eterna con la que Dios ha predestinado a unos para salvación y a otros para perdición:
El autor reflexiona en la diversidad que existe en el modo de predicar el pacto y que este no es igualmente recibido por todos, esto ya deja ver el decreto de la eterna elección de Dios[1], expresando que “solo depende de la voluntad de Dios que a algunos les sea ofrecida gratuitamente la salvación y que a otros se les niegue”[2]. No podemos alcanzar la salvación sino por la liberalidad[3] de Dios y su benevolencia, y nuestra salvación emana de la fuente de la gratuita misericordia de Dios.

Calvino expresa que no es fácil de comprender esta doctrina y que muchos tratando de comprenderla se enredan por falta de discernimiento. Los que la cuestionan oscurecen indebidamente lo que debieran exaltar[4], cualquier otra postura rebaja la Gloria de Dios y atenta contra la verdadera humildad. Indica que San Pablo niega que podamos alcanzar la salvación, a no ser que Dios, sin tener en cuenta nuestras obras, elija a quien ha decretado por su gracia (Rom 11,5-6).
Invita a estar confiado en la liberalidad de Dios, y nos ayuda a humillarnos como debemos y sentirnos verdaderamente obligados hacia Dios quien para asegurarnos y librarnos de todo temor en medio de tantos peligros, promete que ninguno de los que le ha confiado su Padre perecerá[5] (Jn 10,27-30)
Indica que hay quienes quieren oponerse a la predestinación, porque dicen que es algo muy peligroso, que echa por tierra la fe y hace desfallecer el corazón[6]. Dios no tiene obligación de revelar cosas que prefiere mantener en su secreto, para esto cita a Salomón cuando dice “Gloria de Dios es encubrir un asunto” (Pr. 25,2), y también en este mismo sentido a Moisés cuando dice “Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; más las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre” (Dt. 29,29).[7]. No es lícito a los mortales la curiosidad de saber los secretos de Dios, puesto que en el momento que queramos traspasar los límites de la Escritura, vamos perdidos, fuera del camino, entre grandes tinieblas. Citando a San Agustín “hemos llegado al camino de la fe.. permanezcamos en ella y nos llevará a la habitación del rey de la gloria, en la cual todos los tesoros de la ciencia y la sabiduría están escondidos”[8]. Es decir no despreciemos lo que se nos ha dado en la Escritura para que no seamos condenados por nuestra ingratitud, ni tampoco seamos condenados por nuestra excesiva curiosidad[9] queriendo saber cosas que no nos son reveladas.

Acerca de la presciencia de Dios y la predestinación, Calvino señala que admiten ambas cosas, sin embargo no están de acuerdo con quienes quieren imponer la idea que la predestinación y la presciencia dependan la una de la otra. Que la presciencia sea causa de la predestinación. Aclara que se llama presciencia de Dios, a que todas las cosas han estado y estarán siempre delante de sus ojos, no las imagina o recuerda como nosotros, sino que las contempla como si verdaderamente estuvieran delante de Él[10], y la predestinación es el eterno decreto de Dios por el que ha determinado lo que quiere hacer de cada uno de los hombres, y que Él no los crea a todos con la misma condición, sino que ordena a unos para salvación eterna y a otros para condenación perpetua, es decir se está predestinado para vida o para muerte.[11]

Nos indica que Dios ha dado testimonio de esta predestinación no solo con cada persona en particular , sino también en la elección de las naciones, citando el caso de la elección la descendencia de Abraham (Dt 32,8-9), para que todo el mundo comprenda que es Él quien ordena, establece la condición de cada pueblo o nación[12]. Esto Dios lo hace solo por su amor gratuito, Dios amo a sus padres y escogió a su descendencia después de ellos (Dt.4,37). “El nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos, y ovejas de su prado”(Sal. 100,3)

Añade un segundo grado de elección, que no se extiende tanto como el caso anterior y que es para que la gracia de Dios se conozca más en particular, en el hecho de que Dios repudió a algunos de la misma descendencia de Abraham, como el caso de Ismael, Esaú y casi todo Israel[13]. Que la posteridad se unió a Isaac y a Jacob, es decir a otros los ha mantenido y conservarlos como sus hijos.  Por otra parte también alude a que Dios reprobó a Saúl (1 Sm 15,23), en la elección Dios usa su liberalidad que nada tiene que ver con la ley, es libre y obra como le agrada. De eso habla el profeta Malaquías “¿No era Esaú hermano de Jacob?, dice Jehová. Y amé a Jacob y a Esaú aborrecí” (Mal 2,1-3), en este caso Esaú que era el primogénito fue rechazado y Jacob que era inferior a su hermano en el orden natural, fue hecho único heredero[14].  En las personas que Dios ofrece la salvación también las sella de tal manera que no hay incertidumbre, ni suspenso ni dudas en ellas[15] Rom(9,8). Habla de que la gracia que se ha concedido a la iglesia, los que pertenecen a Cristo gozan de otra preeminencia de dignidad; que habiendo sido injertados en su cabeza, jamás perecerán ni serán cortados.[16]

Dios ha designado de una vez y para siempre a los que quieren que se salven y los que se pierdan, para los elegidos es una misericordia divina y para los que Él quiso entregar a la condenación la puerta está cerrada, esto Dios lo hace en su secreto que a nosotros no nos es dado a conocer y su justo juicio.

-Confirmación de la doctrina por medio de las Escrituras
Dice que “comúnmente se piensa que Dios escoge entre los hombres a uno u otro, conforme a previsto que habían de ser los méritos de cada uno; y así adopta por hijos a los que ha previsto que serán dignos de su gracia; más a los que sabe que han de inclinarse a la malicia e impiedad los deja en su condenación”[17], sin embargo este pensamiento estaría errado, puesto que con esto hacen que la presciencia de Dios sea un velo que oscurece la predestinación, personalmente entiendo que Calvino ataca esta manera de pensar puesto que no dejaría la libre elección a Dios de quien Él quiera salvar o reprobar, sino que sería una consecuencia de su presciencia. Y querer quitar a Dios la libertad de elegir y reprobar a aquellos que Él tiene a bien, es como tratar de despojar a Jesucristo de lo que le ha sido dado.[18]

En cuanto a la elección individual, cita a San Pablo “Dios nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo” (Ef. 1,4)   y podemos estar convencidos que si Dios ha hecho esto no es porque fuésemos por nosotros mismos capaces de tan grande excelencia.[19] Calvino explica que algunos tuercen este pasaje diciendo que es aplicable solo para aquellos del tiempo en el que fue predicado el evangelio, y esto no corresponde, puesto que se trata de todos los fieles.

Para mayor claridad cita a Pablo “Nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos” (2Ti. 1,9), teniendo esto en cuenta, decir que porque Dios ha previsto que seríamos santos por eso nos ha escogido, es trastornar el orden que expresa San Pablo.[20] Porque son cosas contrarias que nos haya escogido para que fuésemos santos, lo que es predestinación, tener la santidad debido a la elección de Dios. O escogidos porque sabía que seríamos santos en nuestras obras.

Otra cita para validar su postura es “no me elegisteis vosotros a mí sino que yo os elegí a vosotros” (Jn 15,16), con lo que Jesucristo no toma en cuenta méritos pasados para llamar a sus discípulos.
Otra cita que se utiliza es “tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca” (Rom 9,15), no existe otro motivo de diferencias en los hombres solo la misericordia de Dios.

Se indica que cuando Jesús dice “no ruego por el mundo, sino por estos que me diste, porque tuyos son” (Jn 17,9), quiere decir que no todo el mundo pertenece a Dios para salvación, que la gracia de Dios retira a unos pocos de la muerte eterna.[21]

Por otra parte cuando se cuenta a Judas en el número de los elegidos (Jn 6,70), se está hablando solamente del cargo de apóstol.

Cita que a pesar que algunos Padres como San Ambrosio, Jerónimo, Orígenes, escribieron que Dios distribuye su gracia entre los hombres según Él sabe que cada uno ha de usar bien de ella. Aclara que San Agustín tuvo esa misma opinión, sin embargo, luego de estudiar más las Escrituras, la redactó como falsa y la refutó. Ante la sutil diferencia que hace Santo Tomás de Aquino, cuando dice que: Dios a predestinado a sus elegidos para que con sus méritos alcancen la gloria, porque ha determinado darles su gracia para que con ella merezcan la gloria;  indica que evidentemente se propasa y por ende no está de acuerdo.

Indica algunos objetan que Dios se contradice a sí mismo, cuando llama a todos en general y admite solo a unos pocos, ante esto Calvino dice que la generalidad no anula la gracia especial, que el mismo Dios que hace llover en un territorio y da sequía en otro, el mismo que prohibió a Pablo predicar en Asia, llevándolo a Macedonia, es el que es libre para distribuir este tesoro de la salvación a quién él quiera. Y que la mera predicación no hace a los que escuchan hijos de Dios, sino que es la fe. Aunque muchos escuchen “oyentes” no se confunden con los fieles lo cuales pertenecen al orden especial, y que no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.  
Al hablar de los réprobos, cita nuevamente el caso de Jacob y Esaú, indicando que el primero sin haber merecido gracia alguna obtuvo la bendición, y el segundo sin haber cometido ofensa alguna es rechazado por Dios. Quiere decir que el fundamento de la predestinación no son las obras.

Refutación de las calumnias con que esta doctrina ha sido siempre impugnada:
Para que haya elección necesariamente tiene que existir reprobados, Calvino indica que muchos, fingiendo que quieren mantener el honor de Dios y evitar que se haga ningún cargo falsamente, admiten la elección, pero de tal manera que niegan que sea nadie reprobado[22].  Y estos entonces se engañan  sí mismos, puesto a los que Dios no elige quedan automáticamente reprobados, y esto lo hace por la sola razón que Él los quiere excluir de la herencia que ha determinado para sus hijos.

Jesús dice “toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada” [23] (Mt 15,13), Calvino indica que si no son capaces de entender esta disposición absoluta de soberanía del Padre, no habrá cosa por más clara que sea que les resulte oscura[24], es decir su vista está cegada al entendimiento.
La grandeza de Dios sobrepasa nuestro entendimiento. Algunos preguntan por qué Dios se enoja con los que no le han agraviado con alguna ofensa, que condenar a quien bien le parece, es más propio de un verdugo que de un juez, sin embargo, la voluntad de Dios es la suprema e infalible regla de justicia y todo lo que sea su voluntad ha de ser justo.[25]

Ante la siguiente pregunta: ¿por qué Dios desde el principio ha predestinado para muerte a algunos que no podían haberla merecido porque aún no habían nacido?, Calvino instruye preguntarles ¿en virtud de qué piensan que Dios es deudor del hombre?, si lo consideran según su naturaleza, todos los hombres por su natural condición de corrupción, merecen la muerte eterna, ¿de qué iniquidad e injusticia podrían quejarse aquellos a quienes Dios ha predestinado a morir?.[26]

Calvino expresa que cuando preguntan, si han sido predestinados por disposición de Dios a esta corrupción, que se afirma es causa de la ruina ¿no será pues injusto Dios que tan cruelmente se burla de sus criaturas?, responde que el querer de Dios es incomprensible para el hombre, Dios odia toda iniquidad, no obstante confiesa que se debe a la voluntad de Dios que Adán y toda su descendencia hayan caído en este miserable estado, sin embargo junto con Pablo exhorta a la Escritura: “Hombre, ¿Quién eres tú para que alterques con Dios? Dirá el vaso de barro al que lo formó ¿por qué me has hecho así?,¿acaso no tiene potestad el alfarero para hacer de la misma masa vasos para honra y otros para la deshonra?(Ro 9,20-21)[27]

Objeción; ¿por qué Dios va a castigar aquello cuya causa es su predestinación?
Calvino expresa que estas personas se quejan porque la predestinación les ha obligado a cometer pecado, y que resistir su decreto sería inútil. Primero explica que la respuesta común es, que la presciencia no impide que sea tenido por pecador el hombre cuyos pecados Dios ha previsto, sin embargo esto puede ser objetado, ya que si Dios lo quisiera podría impedir los pecados que había previsto, y como no es así, y la divina providencia ha colocado al hombre en tal condición, no le puede ser imputado aquello que no se puede dejar.  Añade a esta respuesta común que; la ordenación de todas las cosas están dispuestas en las manos de Dios, y cita a Salomón cuando dice “Todas las cosas ha hecho Jehová para sí mismo, y aún al impío para el día malo” (Pr 16,4), que Él puede dar vida o muerte, también ordena con su consejo que algunos desde el seno materno, sean destinados a muerte eterna ciertísima, y que con su perdición glorifiquen su nombre.[28]

Dios ordena de antemano el fin y condición de todas sus criaturas. Testimonio de San Agustín
Calvino dice que sus adversarios niegan que en la Escritura se pueda encontrar que Dios ha determinado que Adán pareciese por su caída, que Adán fue creado con libre albedrío para que escogiese el modo de vivir que prefiriese y que Dios no habría determinado nada acerca de él. A lo que responde: si fuese así, ¿Dónde queda la omnipotencia de Dios, que no depende de nada, y que según su secreto consejo, modera y gobierna todas las cosas? Ante estas preguntas ciertamente no hay respuesta válida y exhorta a que estos enmudezcan.

Expresa además que existen algunos que hacen distinción entre voluntad y permisión, diciendo que los impíos se pierden porque así lo permite Dios, más no porque Él lo quiera. Ante esto indica que es un error y que confiesa con San Agustín que la voluntad de Dios es la necesidad de todas las cosas, y necesariamente tiene que suceder lo que él quiera y haya previsto.

Ante los que acusan que en Dios hay acepción de personas, dice que la Escritura confiesa lo contrario, y que según el decreto de su benevolencia, elige como hijos a aquellos a quienes le place, sin que tengan mérito alguno, reprobando y rechazando a los demás.  También se dice que Dios no obra con justicia en la predestinación, porque no usa la misma medida para todos, si todos son culpables, todos deberían ser castigados; se admite que la culpa es general, pero la misericordia de Dios socorre a algunos.

También algunos afirman que con esta doctrina toda preocupación por santidad está de más, puesto que si está determinado para salvación se salvará, y si está determinado para condenación es inútil atormentarse en vano. Se responde a esto cuando Pablo enseña que Dios nos ha escogido para que llevemos una vida santa e irreprensible delante de Él (Ef 1,4).

-La elección se confirma con el llamamiento de Dios, los réprobos atraen sobre ellos la justa perdición a la que están destinados:
Dios atiende a su orden, declarando por su llamamiento la gracia que de otra manera permanecía escondida en Él[29].  “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conforme a la imagen de su Hijo, y a los que predestinó, a estos también llamó, y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó” (Rom. 8,29-30).
Dios elige a sus hijos, pero estos no quedan en posesión del bien hasta cuando los llama, y una vez llamados comienzan a gozar del beneficio de su elección, por esto el apóstol Pablo llama al Espíritu de los elegidos, espíritu de adopción, junto con el sello y arras de nuestra herencia. Ya que Él sella y confirma sus corazones con el testimonio y la certeza de esta adopción. Porque la predicación como fuente es común incluso a los réprobos, y no serviría por si sola de prueba suficiente, pero Dios atrae a sus elegidos a la fe, como lo dice Cristo “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no lo trajere” (Jn 6,44).     La elección no depende de la voluntad, ni de la fe del hombre, en este sentido nadie puede ser colaborador de Dios en la obra de la salvación, para ratificar con su ayuda la elección divina. La fe misma es un don de Dios.

El llamamiento no depende solamente de la predicación de la Palabra, sino también de la iluminación del Espíritu, Cuando Dios también se muestra con la luz de su Palabra a aquellos que no lo merecían, es una señal de su gratuita bondad, pero esta actúa como salvación solo para los predestinados a salvación.

Para confirmar la confianza de la elección, debemos saber que están unidas elección y vocación, puesto que los que Cristo a iluminado con su conocimiento, los ha unido a su iglesia, los recibe bajo su protección y amparo, y todos los que Él recibe, el Padre se los ha confiado y entregado para que los guarde para la vida eterna (Jn 6,37-39)[30]. El llamamiento eficaz debe estar unido a la perseverancia.

Pablo se atreve a gloriarse frente a la muerte y a la vida, frente a lo presente y lo por venir (Ro 8,38), dicha gloria debe estar fundada sobre el don de la perseverancia. Puede que alguno replique que algunos parecían estar en Cristo y al apartarse perezcan, Cristo mismo afirma que ninguno de los el Padre le dio se perdió, excepto el hijo de perdición (Jn 17,12), es cierto, pero aquellos nunca se han de haber allegado a Cristo con la confianza que da la elección certificada, dice san Juan, salieron de nosotros, pero no eran de nosotros (1 Jn 2,19)[31]

Llamamiento universal y llamamiento especial; el llamamiento universal es aquel con el que Dios mediante la predicación externa de su Palabra llama y convida a todos, incluso a aquellos que se la propone para olor de muerte y materia de mayor condenación. Y el otro particular, del cual no hace participes a la mayoría, sino solo a sus fieles, cuando por la iluminación interior del Espíritu hace que la palabra predicada se arraigue en su corazón. También a veces hace participes de una iluminación, a aquellos a quienes solamente ilumina durante un tiempo, y después por su ingratitud los desampara, esta sería la causa por la que Cristo menciona que ninguna de sus ovejas perecerá excepto Judas (Jn 17,12)

Dios protege a los elegidos de toda impiedad mientras esperan a ser llamados y les dispensa su gracia. Antes de ser llamados los elegidos son ovejas descarriadas, el Señor les deja hasta la ocasión y el momento oportuno, cuidando solo que no caigan en una blasfemia irremisible.[32]

La resurrección Final
Dice que a través de Jesucristo que es el Sol de justicia, venció la muerte, “sacó a la luz la vida y la inmortalidad por el evangelio” (2Tim 1,10)[33], ahora somos conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Durante la permanencia en este mundo, en una guerra penosa e ininterrumpida, debemos tener presente la naturaleza de la esperanza, “esperamos lo que no vemos” (Ro 8,25). Se debe tener aquí una paciencia admirable, para que al sentirse cansados, no se vuelva atrás, ni se abandone el lugar que se nos ha confiado.[34]  Se debe levantar la mente a la resurrección para obtener el beneficio, ya que se es ciudadano del reino de los cielos, de donde también esperamos al Señor Jesucristo como Salvador (Fil 3,20). Esto debe estimular la diligencia y el afán. La resurrección es vital y comprende nuestra adopción como el fin y el cumplimiento de nuestra salvación.[35]

Todos los requisitos de nuestra redención ya han sido satisfechos, el mismo Jesucristo que se ofreció una vez por nuestros pecados, aparecerá de nuevo para salvación (Heb 9,28), esta ultima redención debe sostenernos hasta el fin, en medio de las miserias que nos agobien.[36]
San Pablo instruye al respecto de la omnipotencia de Dios, cuando dice: “El cual transformará el cuerpo de humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas” (Fil 3,21).
Los saduceos llamaron a la muerte el fin de todas las cosas y la destrucción del hombre, enseñaron que no existe resurrección alguna, e incluso que las almas son mortales (Mr. 12,18), sin embargo toda Escritura atestigua que la salvación de los elegidos y el castigo de los réprobos no tendrá fin (Mr 9,44).

Muerte y resurrección de las almas; algunos sostienen que las almas resucitarán juntamente con los cuerpos, como si todo el hombre pereciese al morir, es un error, puesto que nuestro espíritu es hecho a imagen de Dios, no se desvanece. Si las almas separadas del cuerpo no conservasen su ser y no fuesen participes de la gloria celestial, Jesucristo no le hubiera dicho al ladrón: “hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23,43).

Sobre el lugar donde moran las almas, es vano hablar de un lugar, sabemos que las almas no tienen dimensiones de longitud, ni anchura como los cuerpos, a esto es suficiente con saber que el reposo de las almas es llamado “seno de Abraham”.
Las almas han de recibir los mismos cuerpos, los que creen lo contrario están en un error, los maniqueos sostenían esto al pensar que no es razonable que la carne, que es inmunda resucite, es como si Dios no pudiese limpiar lo infectado y manchado por el pecado. Pablo dice “Es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción” (1 Cor 15,53), con esto se afirma que no será un cuerpo nuevo el que se nos dará.

La Escritura exhorta a esperar la resurrección de nuestra carne, resucitaremos con nuestra misma carne en cuanto a la sustancia, pero con otra dignidad y excelencia, como si fuera totalmente distinta.
La resurrección de los impíos será para llevarlos contra su voluntad delante del tribunal de Cristo, a quien rechazan como maestro, ninguna descripción bastaría para dar a entender el horror de la venganza, los tormentos, lloro, crujir de dientes, son algunas palabras con que podríamos imaginar en parte lo que les espera.[37]

En cuanto a los galardones, dice que Dios distribuye sus dones entre sus fieles y los ilumina de modo diferente con su resplandor, de la misma manera en el cielo, donde coronará sus dones, la medida de la gloria no será igual para todos.



Notas: Espero que sea de utilidad para entender esta doctrina del punto de vista Calvinista, esto está analizado directamente de la fuente, que es el libro de Calvino citado anteriormente. Es un trabajo de los estudios de licenciatura en teología sistemática. 



[1] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 723
[2] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 723
[3] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 724
[4] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 724
[5] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 724
[6] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 727
[7] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 727
[8] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 725
[9] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 728
[10] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 728
[11] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 729
[12] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 729
[13] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 731
[14] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 731
[15] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 732
[16] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 732
[17] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 734
[18] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 735
[19] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 735
[20] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 736
[21] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 741
[22] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 746
[23] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 747
[24] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 747
[25] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 749
[26] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 749
[27] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 750
[28] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 753
[29] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 762
[30] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 768
[31] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 769
[32] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 774
[33] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 782
[34] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 782
[35] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 784
[36] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 784
[37] Institución de la Religión cristiana, Calvino, III, pág. 799

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